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Leyendas del deporte
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Es difícil de expresar lo que significa jugar en Primera División con 17 años. Cuando llegué al vestuario tras aquel partido en Riazor se vinieron a mi cabeza muchos momentos de mi época en las categorías inferiores: mis inicios en fútbol-7, entrenadores, compañeros, el Sevilla Atlético, el sacrificio de mi familia. Había conquistado mi primer gran sueño. Las palabras de Joaquín Caparrós, que apostó por un chico que prácticamente no había jugado con focos en su vida, no las olvidaré nunca: “Chaval, juega como tú sabes”. Mi agradecimiento es eterno.
Eterno fue el recuerdo de mi primera convocatoria y debut con la 'Furia roja' en 2005
Cuando estaba en Sevilla ya había jugado con la sub-16, la sub-17, la sub-19 y por entonces tenía un hueco en la sub-21. Días antes de la convocatoria se hablaba de que Luis Aragonés me podía llamar a la Absoluta pero, cuando llega el momento, la alegría supera todo lo que te puedas imaginar. A Luis también le debo todo. Han sido muchos años, muchos momentos, muchos compañeros y mucho esfuerzo y unión en las buenas y en las no tan buenas para labrar la época dorada de la historia de la Selección. Este camino y este grupo humano empezaron con Luis. Cuando ya has cumplido 150 partidos y miras atrás, el sentimiento que impera es el orgullo. Hay pocas cosas más grandes para un futbolista que defender los colores de tu país.
Las puertas del cielo tocaron las huestes del Real Madrid, el sueño de todo chaval.
“Lo único que quiero es que seas tú mismo”. Eso fue lo primero que me dijo Florentino Pérez cuando estaba a punto de fichar por el Real Madrid, el mejor club del mundo. Entonces, hoy y siempre solo voy a tener palabras de agradecimiento para el ‘Presi’ y la gente del club, que apostaron por mí cuando tenía 19 años. Jamás voy a olvidar ese día. Ponerse la camiseta del Real Madrid, heredar el número 4 de Fernando Hierro, pisar el Bernabéu por primera vez, recibir tantas muestras de cariño del club y afición. Apenas me lo podía creer y en ese momento solo podía pensar en mis padres, mis hermanos, en todo lo que habíamos hecho para llegar hasta allí. Fue uno de los días más felices de mi vida. El Real Madrid es un sueño que no quiero que termine nunca.
Cómo olvidar la décima Copa.
El madridismo llevaba años soñando con la Décima. Nos quedamos a las puertas de la final tres años seguidos. Pero en Múnich rompimos el gafe… ¡y de qué manera! Un partido memorable en Lisboa, 93 minutos de lucha y corazón antes de un córner que lo cambiaría todo. Marcar un gol así en el descuento de la final de la Champions es algo con lo que sueña cualquier niño cuando empieza a jugar al fútbol. Un éxtasis, un delirio fugaz, un instante que sabes que es para siempre pero no quieres que termine nunca. En ese momento se te viene a la cabeza la familia, la afición, el sufrimiento… Tantos años de lucha tenían recompensa: la Décima estaba en Madrid. Era el inicio de la dinastía blanca en Europa.
Y en la casa blanca también marqué un hito: llegué a los 100 goles en mi carrera, un recuerdo que se enmarca bajo la capitanía de Los Merengues.
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