Y al fin de cuentas, Rigoberto Urán supo barajar las cartas del destino a su favor. Con la maillot rosa del EF Pro Cycling a cuestas y camino a la cumbre del olimpo de la UCI, el ciclista colombiano guarda en el cajón de los recuerdos la historia que marcó en dos su camino de vida: la pérdida de su padre cuando tenía 14 años.
De hierro, algo desvalijada y con matices escarlatas, este era el semblante de la primera bicicleta que Rigo tuvo en sus manos. Un regalo de padre a hijo que tenía como fin compartir la pasión por el ciclismo, a pesar que en su juventud no tenía conexión alguna con el mundo sobre dos ruedas.
El 'maestro' del ciclista antioqueño entrenaba para mantenerse en forma, mientras él lo hacía por ver feliz a su papá. Las lomas y cuestas del suroeste antioqueño eran los caminos predilectos durantes los fines de semana. Recorrían las tierras de Urrao, Betalia y Concordia.