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Leyendas del deporte
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Lleva el “¿y si?! tatuado en su ADN. Hija de chilenos expatriados durante la dictadura de Pinochet (su padre, de origen francés, y su madre, con sangre alemana corriendo por sus venas). Es la primera extranjera en vestir la camiseta de España en un campo de rugby. Esta es la historia que remarca la conquista española de Ana María Aigneren.
“Fue en abril de 1995 y nos enfrentamos las amigas, novias y familiares de los jugadores del Alianza Francesa y de la Universidad de Antioquia. Siempre nos juntábamos en la banda a verlos jugar y un día hablamos de empezar a jugar a rugby también nosotras. Así empezamos a entrenar a Seven, y luego vino ese primer partido, en la cancha de la Universidad. En aquel momento ninguna éramos conscientes de que estábamos entrando en la historia del rugby nacional”.
La niña prodigio colombiana que descubrió los encantos del rugby antes que el propio país de adopción de sus progenitores, donde a mediados de los año 90 no había un solo equipo federado, se negó a esperar un tren que ha tardado más de dos décadas en pasar y decidió cruzar el Atlántico en busca de un entorno más competitivo, de un lugar donde supieran encauzar sus espectaculares condiciones para la práctica del deporte de la oval. Ana María encontró en Madrid, y más concretamente en el club Olímpico, esa lanzadera perfecta que le catapultó hasta el equipo nacional femenino español, que defendió en 35 ocasiones y con el que disputó las Copas del Mundo de 2006 en Edmonton (Canadá), y la de 2014 en Marcoussis (Francia), esta última como capitana del XV de las Leonas.
“Me decanté por venir a España porque entonces jugaba el Seis Naciones. Entré como turista, y luego tocaba buscarse la vida. No tenía papeles y de dinero no es que anduviese sobrada, pero tuve la suerte de que me recibió una amiga. Mi idea era estar aquí un par de años, tratar de coger experiencia y regresar a Colombia para terminar mis estudios de Veterinaria. Pero en ese tiempo vi que tenía el nivel y que podía llegar a la Selección, así que amplié el proyecto con el Mundial de Canadá como telón de fondo. Y salió cara”, narra la ex apertura y tercera línea antioqueña.
Su puesta en escena como Leona pareciera sacada de un largometraje Made in Hollywood. “Debuté en febrero de 2005, en el Seis Naciones que se jugó en Madrid, contra Irlanda. Les ganamos, después a Gales y aseguramos el billete para el Mundial. Fue algo increíble porque éramos 11 delanteras en el equipo. Hacíamos un rugby ‘gurru-gurru’, con mucho juego corto y, de repente, pateábamos para que corriesen Rocky Ramírez e Inés Etxegibel, que eran dos máquinas. No fallaba”, relata con la emoción de quien acaba de fundirse en un abrazo de ensayo con una compañera de aquella inolvidable camada de Leonas.
Ana María tardaría aún tres años en conseguir la nacionalidad española, circunstancia que le granjeó algún episodio poco agradable, como cuando se quedó varada en el aeropuerto de Frankfurt, sin poder continuar viaje hasta Edimbugo, por no tener el visado preceptivo para ingresar en el Reino Unido.
“Esa fue, de largo, mi peor experiencia como Leona. Íbamos a jugar contra Escocia. Yo entonces tenía la residencia de trabajo en España, pero nadie se dio cuenta que no tenía DNI, ni pasaporte comunitario. Al hacer escala en Frankfurt y cambiar de avión para volar a Gran Bretaña, no me dejaron embarcar y tuve que volverme a Madrid por mis propios medios, ya que la expedición debía seguir viaje a Edimburgo para jugar allí. Mi suerte fue que, al hablar alemán e inglés, me las apañé para conseguir un descuento en el billete que me tuve que comprar. Desde aquel día, cada vez que viajaba me temblaban las piernas por si me pasaba de nuevo”.
En las antípodas de aquel doloroso pasaje fluye de la cabeza de esta legendaria delantera con alma de antílope el recuerdo del Campeonato de Europa conquistado en un abarrotado y entregado Central, en 2013, luciendo además los galones de reina de la manada. “Fue un torneo espectacular. Empezamos jugando contra Italia, con las que teníamos mucha rivalidad porque nos habían dejado fuera del Seis Naciones y queríamos demostrar que éramos mejores. Jugamos súper bien, les ganamos, y después a Holanda y a Suecia. Ganar ese Europeo en el Central, recibir allí la copa como capitana, delante de nuestra gente, nuestras familias y amigos… Todavía se me pone la carne de gallina”, reconoce.
El rugby y echar raíces en España fueron los causantes de su renuncia definitiva a ser veterinaria, carrera que cambió por la de fisioterapia. Ana María se gana la vida como monitora de fitness, sin dejar de lado su historia de amor con la oval. “Entreno al equipo de la Universidad de Valencia y también coordinó las escuelas del Valencia Rugby Club.
Mensaje a casa
"Me haría muy feliz que lograran esa clasificación por ellas, por Colombia y por dejar sin Mundial a la selección que eliminó a España”, concluye Ana María Aigneren, conquista española.
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Tomado de Ferugby.es
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